En plena Inglaterra victoriana, cuando las fábricas rugían y la Revolución Industrial transformaba la vida cotidiana en humo y engranajes, un grupo de jóvenes artistas decidió rebelarse... pero no con pancartas, sino con pinceles. Ellos no gritaban en las calles; sus manifestaciones eran lienzos saturados de color, simbolismo y poesía. Así nació en 1848 la Hermandad Prerrafaelita.
¿Quiénes eran los prerrafaelitas?
Imagina a tres jóvenes soñadores: John Everett Millais, Dante Gabriel Rossetti y William Holman Hunt. Ellos, junto a otros artistas como Edward Burne-Jones y John William Waterhouse, sintieron que el arte oficial británico había perdido el alma. Para ellos, todo se había vuelto rígido, académico, carente de emoción. ¿Su solución? Volver la mirada atrás, más allá del gran Rafael, elogiado por todos como el modelo supremo, y recuperar la espiritualidad, la minuciosidad y la sinceridad del arte anterior al Renacimiento italiano.
La Hermandad Prerrafaelita (o PRB, por sus siglas en inglés) solo existió formalmente durante unos tres años, pero su huella estética y filosófica ha perdurado mucho más.
Lo que buscaban y lograron
Los prerrafaelitas apostaban por un arte al servicio de la realidad, sin idealizaciones forzadas. Rechazaron los cánones académicos y se volcaron en representar la naturaleza con detalle obsesivo. En sus cuadros no hay filtros ni efectos embellecedores: hay hojas secas, gotas de sangre, agua turbia, dolor humano y belleza tangible.
Su universo visual se alimentó de mitos medievales, literatura inglesa, especialmente Shakespeare, relatos bíblicos y poesía. Cada obra se convertía en una especie de rompecabezas visual con simbolismos ocultos: clavos, palomas, manzanas, sangre… nada estaba ahí por casualidad.
Obras que hablan solas
Entre sus lienzos más emblemáticos está Cristo en casa de sus padres (1850), de Millais. La escena transcurre en un humilde taller de carpintería donde un joven Jesús se hiere la mano. La madre, María, lo consuela mientras su padre, José, observa con preocupación. Hasta ahí, todo normal. Pero cada objeto en el cuadro alude a su futura pasión: el clavo, la herida, la sangre, el cordero al fondo, incluso la paloma que representa al Espíritu Santo. Un mensaje teológico disfrazado de escena costumbrista. Tan potente y terrenal fue, que Charles Dickens no dudó en criticarla como "vulgar" y "ofensiva".
Otra obra inolvidable es Ofelia (1851-1852), también de Millais. La figura trágica de Shakespeare es retratada flotando entre flores, ahogada en un arroyo. El artista pintó primero el paisaje del río durante meses y luego hizo posar a su modelo, Elizabeth Siddal, en una bañera durante horas. El nivel de detalle es tal, que parece que las hojas y el agua respiran. Siddal, de hecho, enfermó por la sesión. El compromiso con la verdad , aunque costara salud, era innegociable.
Más que pintura: ideología y artesanía
Pero los prerrafaelitas no se quedaron solo en el arte pictórico. William Morris, figura esencial aunque más orientada al diseño, llevó los ideales del grupo a la vida cotidiana. Fundó Morris & Co. y lideró el movimiento Arts and Crafts, una cruzada contra los objetos fabricados en masa. Su lema era claro: "Nada inútil o feo debe estar en nuestra casa". Promovía el regreso a la artesanía, los materiales nobles, el trabajo digno y bello.
Morris entendía que un papel pintado o un tapiz podía, y debía, tener tanto valor estético y ético como un cuadro en una galería. Su influencia llegó a movimientos como el modernismo y la Bauhaus, dejando una huella que sigue viva en el diseño contemporáneo.
Entre el misticismo y la melancolía
Dante Gabriel Rossetti, otro de los fundadores, aportó al grupo una mirada más poética y sensual. Su musa fue Elizabeth Siddal, la misma Ofelia del cuadro, y juntos encarnaron el ideal de amor trágico prerrafaelita. Sus obras están cargadas de melancolía, erotismo contenido y figuras femeninas etéreas que anticipan el simbolismo y el arquetipo de la femme fatale.
Rossetti terminó sus días en la sombra, afectado por la muerte de Siddal y sus propios demonios internos. Pero su legado, como el del resto de sus compañeros, quedó inmortalizado en un movimiento que desafió las normas y pintó con el corazón en la mano.
Elizabeth Siddall, imagen tomada de wikipedia
Una rebelión silenciosa pero duradera
Puede que los prerrafaelitas no hayan tenido una larga vida como colectivo, pero sus principios siguen inspirando a artistas, diseñadores y creadores contemporáneos. Ellos nos enseñaron que rebelarse contra lo establecido no siempre requiere gritar, a veces basta con observar el mundo con nuevos ojos... y pintarlo con una honestidad brutal.
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